¿Salir perdiendo?

Echar de menos.

Pensar de más.

Volver a noches de compartir un par de sonrisas, perdidas en el borde de un chupito de tequila, con limón, pero sin sal. Esos que nos quitaban el frío que nos prometía tiritar, pero que nos hacía bailar. 

Volver a escuchar esa canción. 

Y que jodido suena recordar. 

Y que jodido es. 

Volver a buscar miles de conversaciones que nos hacían vacilar a la luna, tratando de verla despierta. Y ganar al sol en su intento de despertarte todas las mañanas. 

Y escuchar millones de te quieros. 

Uno por cada despedida.

Y desear más fuerte un piérdete, que sonaría más real que nunca.

Tanto que andamos perdidos en unos versos. 

Que nos salvan. 

Hablamos del orgullo, que me sobra a patadas. 

Y de los cojones que no se echan. 

Porque para echar, de menos se nos da mejor. 

Y hablamos de un menos que nos pierde, a pensar. 

Un intento fatal.

5 meses después me ha dado por curiosearme. 

Me ha dado por volver a rebuscar, a preguntarme que tal me va. 

No he encontrado mucho diferente, quizá un par de experiencias y algún que otro sueño que lucha por escapar en una guerra de contrariedades. 

He encontrado unos cuantos ojos a los que mirar, y un par de corazones que dicen adiós.

Me he hablado de distancia.

Me he hablado de cosas de personas adultas, aunque me he contestado con respuestas de niños pequeños.

Me gusta verme pequeña, (entre sus brazos). 

He suspirado por noches, y alguna que otra locura. 

He soñado con amaneceres, entre copas, en buena compañía. 

Perderte,  por unas piernas, 

perderme, por tus manos. 

Y ya no hablar de atardeceres entre las cuatro chapas de tu Renault, ese que parece que se cae a pedazos, como nosotros, que buscamos un poco de calor.  

También te he odiado, por que me desquicias, o me desquicio. 

Y he comprobado que mi inestabilidad   me es fiel como nadie. 

Sigo sin saber hablar de amor, aunque sepa hablar de personas que se pierden por rozarse, que se mueren de ganas, que se tienen. 

O quizá, si que sepa, pero quién sabe.